Hoy la Iglesia Universal celebra el Jueves Santo en la Semana Santa que es la fiesta más importante del año litúrgico. El Triduo Pascual sigue al tiempo de Cuaresma y se prolonga en la alegría de los cincuenta días del Tiempo Pascual. En el Jueves Santo se actualiza la Última Cena, el Lavatorio de los pies, la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, y la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní. Es en este día que los presbíteros participan junto a su Obispo en las Catedrales de cada diócesis en la Misa Crismal, donde se bendice los santos óleos que serán utilizados en la celebración del sacramento del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos. Este día por la noche y el viernes por la mañana, los fieles también realizan la tradicional visita a las siete iglesias.
Este es el día Eucarístico por excelencia, hoy Jesús comparte su cuerpo y sangre, el pan y el vino, como signo auténtico de su entrega: “Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.
Hoy Jesús, cautivo por amor a ti en el Sagrario, quiere lavar tus pies cansados del caminar y de tropezar con tantas dificultades; hoy Jesús quiere unirse a ti, hacerse uno solo contigo; hoy Jesús quiere hacerte participe del amor y la misericordia de Dios, amarte hasta el extremo. Hoy Jesús guarda silencio en la espera del calvario, pero su silencio es manantial que refresca tu alma. Acompañemos a Jesús, participemos de su Cena Pascual y velemos junto a Él en el Sagrario, al menos por una hora, orando, adorando, alabando o simplemente contemplándole.
Compartimos esta bella ilustración realizada por nuestros hermanos de Gloriam Tuam, que refleja la condición de esclavo que tomó Cristo:
El autor de esta maravillosa imagen dijo que quiso expresar varias cosas, en un primer plano, la sorpresa, escándalo y rechazo inicial de Pedro, quien no puede creer que su Señor se rebaje a lavarle los pies a él. Es la reacción usual que muchas veces todos tenemos al ver lo inmenso que es el amor de Dios por nosotros, tanto que parece ya “increíble”… a no ser por la luz de la fe que él nos concede. Dibujé -dice el autor- de esta forma a Pedro para que cada uno al mirar la imagen se descubra amado por Dios, amor que sobrepasa la propia incredulidad y cerrazón.
En segundo plano está Cristo mismo, con una mirada directa, profunda y serena. No sólo se la dirige a Pedro, sino que a cada uno de nosotros. Es esa misma mirada que dirige al joven rico (“mirándolo, lo amó”), o a Pedro en el momento de la traición, al que mira con amor y misericordia. Cristo, que es Dios mismo, está abajo, agachado, de rodillas ante nosotros. Es la paradoja del amor, del servicio, que hace a cada persona más como Dios. Esa paradoja la quise expresar en la estructura de la imagen. Cristo es el que está en el suelo, por debajo de Pedro, pero en la imagen está en la parte superior, y en la inferior está Pedro escandalizándose del amor. Finalmente -el autor dibujó un – fondo color púrpura, como el del manto que Jesús lleva en la Pasión, porque ese es el momento en que inicia su “hora”, el momento en que su amor es llevado hasta el extremo.
Artículo colaborativo por Gloriam Tuam, Ernesto Martínez y Roberto López Castellanos.
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