miércoles, 16 de marzo de 2016

Oración ante la Cruz.

Ante ti, oh cruz, aprendo lo que el mundo me esconde:
que la vida, sin sacrificio, no tiene valor
y que la sabiduría, sin tu ciencia, es incompleta
Eres, oh cruz, un libro en el que siempre
se encuentra una sólida respuesta.
Eres fortaleza que invita a seguir adelante
a sacar pecho ante situaciones inciertas
y a ofrecer, el hombro y el rostro,
por una humanidad mendiga y necesitada de amor.
Ahí te vemos, oh Cristo, abierto en tu costado
y derramando, hasta el último instante,
sangre de tu sangre hasta la última gota
para que nunca a este mundo que vivimos
nos falte una transfusión de tu gracia
un hálito de tu ternura de tu presencia
una palabra que nos incite
a levantar nuestra cabeza hacia lo alto.
En ti, oh cruz, contemplamos la humildad en extremo
la obediencia y el silencio confiado
la fortaleza y la paciencia del Siervo doliente
la comprensión de Aquel que es incomprendido
el perdón de Aquel que es ajusticiado.
En ti, oh cruz, el misterio es iluminado
aunque, en ti, Jesús siga siendo un misterio.



domingo, 5 de abril de 2015

Domingo de Resurrección: No busquen entre los muertos al que está vivo.


Hemos llegamos al final de la Semana Mayor y al día más importante y alegre para todos los católicos ¡Jesús ha vencido a la muerte! ¡Nuestro Señor ha resucitado! Es decir, que hemos recibido la oportunidad de ser salvados, de entrar al cielo y vivir por siempre en la compañía de Dios. ¡Hemos pasado de la muerte a la vida! ¡Con Jesús hemos resucitado!

Estos 40 días de cuaresma han sido un tiempo de reflexión, de retos, una permanente consciencia de nuestra miseria y el gran amor de Dios. Hemos concluido el cuaresmario, sus 40 desafíos, que posiblemente unos fueron sencillos de realizar y otros nos hacían salir de nuestra zona de confort; cada reto nos ayudaba a ir preparando nuestro corazón para este momento, el momento de celebrar y gritar a los cuatro vientos que Jesús resucitó. Hemos ido preparando nuestro corazón para tener “un corazón semejante al de Cristo”.

Pero ¿Por qué celebramos con todo el corazón la resurrección de Jesús? El Papa Francisco nos dice lo siguiente: “La Muerte y Resurrección de Cristo son el corazón de nuestra fe. Es la resurrección de Cristo la que nos abre a una esperanza más grande, porque abre nuestra vida y la vida del mundo al futuro eterno de Dios, a la felicidad plena, a la certeza de que el mal, el pecado, la muerte pueden ser vencidos. Y esto nos lleva a vivir con más confianza la realidad cotidiana, a afrontarla con coraje y compromiso. La resurrección de Cristo es nuestra fuerza.”

Hemos resucitado con Cristo… estábamos muertos y hemos encontrado la vida ¿Te encontrabas en un valle de muerte? ¿Estabas en la oscuridad? ¿Eras huesos secos? ¿Tenías sed de algo? ¿Andabas en busca de algo? Cristo se nos presenta como Señor y Salvador y nos da la entrada al cielo, pasamos con Cristo, en Cristo, por Cristo de la muerte espiritual a la vida espiritual. De el pecado a la Gracia. Nos lo dice la 1a lectura “que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados” y al recibir este perdón de los pecados pasamos de la muerte espiritual a la vida y vida en abundancia. Cristo ha resucitado y junto a Él lo hemos hecho nosotros.

Nos lo confirma la 2a lectura ¡Hemos resucitado! nos lo dice la misma Palabra de Dios “Ya que habéis resucitado con Cristo” Debemos preguntarnos ¿me considero resucitado con Cristo? realmente ¿Considero que tengo una vida nueva en Él? Como cristianos sabemos que  no estamos libres de problemas, preocupaciones, caídas, golpes, etc. pero tenemos presente que el mismo Jesús venció la muerte por cada uno de nosotros, esta batalla ya esta ganada ¡Vamos hacia el cielo! ¡Buscamos las cosas del cielo! ¡Lo eterno y no lo pasajero!

¡Es una maravilla lo que hemos encontrado! es tan hermoso que no nos lo podemos quedar…debemos ir y gritarlo así como lo cuenta el evangelio, todos debemos ser magdalenas, corriendo a  anunciar que Jesús ha resucitado. María Magdalena sale al encuentro de Pedro para contarle el milagro. Aunque no lo comprendía, no se lo guardo solo para ella. ¡Debemos hacer que otros resuciten en Cristo!

¿Tenemos el coraje de salir y anunciar a Jesús?  Necesitamos tener el coraje de salir y anunciar y llevar esta noticia llena de luz a todos los rincones de nuestra vida; como dice el Papa Francisco: “La resurrección de Cristo es nuestra certeza más grande; ¡es el tesoro más precioso! ¡Cómo no compartir con los otros este tesoro, esta certeza tan bella!”

Escrito por nuestros colaboradores y católicos con acción Isaac Bonilla y Fátima Moreno

Domingo de Resurrección: Evangelio.


“¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?”

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):


El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. 
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

PALABRA DEL SEÑOR.

sábado, 4 de abril de 2015

Sábado Santo


Durante el día del sábado, como una viuda, la Iglesia llora la muerte de su Esposo.
La Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor., meditando su pasión y muerte y aquél "descenso a los infiernos" – al lugar de los muertos – que confesamos en el Credo y que prolonga la humillación de la cruz, manifestando el realismo de la muerte de Jesús, cuya alma conoció en verdad la separación del cuerpo y se unió a las restantes almas de los justos. Pero el descenso al reino de muerte es también el primer movimiento de la victoria de Cristo sobre la misma.
Hoy no se celebra sacrificio de la Misa ni se recibe comunión – a no ser el caso de viático -, aunque se reza la liturgia de las Horas. El altar permanece por todo ello desnudo hasta que, después de la solemne Vigilia o expectación nocturna de la Resurrección, se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días pasados.

viernes, 3 de abril de 2015

La culpa del apóstol.

Pedro y Judas. El impulsivo y el previsor. El discípulo apasionado y el apóstol defraudado. El amigo que negó al maestro y el compañero que lo traicionó... Qué distintos y, al mismo tiempo, cuánto hay en común.

En algún momento los dos se habían dejado seducir por una propuesta que, en boca de Jesús, se convertía en irrechazable. Los dos tuvieron que optar y elegir cuando las cosas se pusieron difíciles, en esta semana que hoy nosotros llamamos santa. Y seguramente los dos vivieron ese “dolor, sentimiento y confusión” de que habla Ignacio en los Ejercicios Espirituales (EE, 193). 

Porque tanto Pedro como Judas sintieron en carne propia lo duro que es fallar a aquellos a los que queremos. ¿Y quién no?
Pero mientras que Pedro fue capaz de encajar esa culpa que sana, Judas se quedo atrancado en aquella otra culpa que mata. Pedro aprendió que no era el héroe infalible que creía ser; y ahora, más consciente, más humilde, supo que en su debilidad tenía cabida la grandeza de Dios. Judas decidió que lo que había hecho no tenía perdón; y no supo perdonarse lo que probablemente sí le habría perdonado Dios.

También a nosotros se nos clava una y mil veces el aguijón de la culpa. ¿Dejaremos que el Señor lo sane con su resurrección?



Ave María Dolorosa | A la Virgen de los Dolores.


AVEMARÍA DOLOROSA

Dios te salve, María, llena eres de dolores; Jesús crucificado está contigo; digna eres de llorada y compadecida entre todas las mujeres, y digno es de ser llorado y compadecido Jesús, fruto bendito de tu vientre.
Santa María, Madre del Crucificado, da lágrimas a nosotros crucificadores de tu Hijo, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

A LA VIRGEN DE LOS DOLORES

Señora y Madre nuestra: tu estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús. Ofrecías tu Hijo al Padre para la redención del mundo.
Lo perdías, en cierto sentido, porque El tenía que estar en las cosas del Padre, pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en el Amigo que da la vida por sus amigos.
María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús: "Ahí tienes a tu hijo", "ahí tienes a tu Madre".
¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre a nuestra casa. Nuestra casa es el lugar donde vivimos. Pero nuestra casa es sobre todo el corazón, donde mora la Trinidad Santísima.
Amén.

La Virgen de la Soledad.

Bajo el título de la Virgen de la Soledad, se venera a María en muchos lugares y se celebra el viernes santo.
El Viernes Santo se acompaña a María en la experiencia de recibir en brazos a su Hijo muerto con un sentido de condolencia. Se dice que se le va a dar el pésame a la Virgen, cuya imagen se viste de negro ese día, como señal de luto.
Acompañamos a María en su dolor profundo, el dolor de una madre que pierde a su Hijo amado. Ha presenciado la muerte más atroz e injusta que se haya realizado jamás, pero al mismo tiempo le alienta una gran esperanza sostenida por la fe. María vio a su hijo abandonado por los apóstoles temerosos, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.
María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no lo comprendamos.
Es Ella quien con su compañía, su fortaleza y su fe nos da fuerza en los momentos del dolor, en los sufrimientos diarios y pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de ella y comprendamos que en el dolor, somos más parecidos a Cristo y capaces de amarlo con mayor intensidad.
La imagen de la Virgen dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufrimientos.

Se le puede cantar a la Virgen la siguiente canción:

En el sufrimiento
supiste callar,
y junto a tu hijo
enseñas a amar.
Un Viernes Santo, con gran dolor,
sufre en silencio junto al redentor;
desde esa hora, hora de cruz,
es nuestra Madre, nos la dio Jesús.
Amén